jueves, 30 de agosto de 2012

Vas y te fijas en el chico que pasa de ti. En el que ni te contesta al chat. En ese que solo tiene ojos para otras. Y tu cada día lo ves, ves como pasa de ti. Te duele que te diga que no significas nada para el, pero te lo dice con palabras más sutiles. Sabes que el está enamorado. Y también conoces a esa chica afortunada. El te lo dijo, sin malas intenciones, pero te dolió. Te dolió saber que esa persona era una conocida para ti. Te machacas cada día preguntándote que tiene ella que tu no tengas. Ya tienes la respuesta. Ella es rubia y tiene los ojos verdes. Tu eres morena y tus ojos son marrones. Ella tiene un cuerpo esbelto. ¿Tú? Tu tienes un cuerpo. Ella tiene una perfecta sonrisa. Tu sólo una sonrisa más. Ella tiene una mirada que enamora. Tu solo una mirada más. Ves cada día como tontean, como se tiran la caña. Y tu estás ahí, delante de todos, con un nudo en la garganta. Aguantando unas lágrimas que debaten si salir o no. Debes ser fuerte, pero no puedes serlo ahora. Y entonces solo tienes ganas de desaparecer. Y en verdad ya es así. Puedes estar rodeada de gente y que te estén hablando. Pero tu has desaparecido, solo te fijas en una persona, en el. Y entonces te das cuenta que debes dejar de fijarte en el, debes tratar de olvidarle. Pero no puedes, le amas. Durante unos días te alejas de él y crees que le has olvidado. Entonces viene de nuevo a ti, con su sonrisa y sus preciosos ojos. Y la historia se repite sucesivamente.

La chica de la pulsera rosa.

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